Noticias

Líderes religiosos indonesios y trabajadores de la salud promueven poner fin a la mutilación genital femenina

La partera Suci Maysaroh solía realizar simulacros de mutilación genital femenina en niñas recién nacidas, pero ahora anima a los padres a no dañar a sus hijas. © UNFPA Indonesia / Lucky Putra
  • 22 Junio 2021

YAKARTA, INDONESIA – “Yo tendría unos siete años cuando mi madre organizó un ritual para que se me realizara la mutilación genital femenina. La paradji [asistente natal tradicional] usó un pedazo de palo de bambú afilado. Yo gritaba por el dolor severo, y vi brotar la sangre", recordó Hj. Helwana, líder religioso del Consejo de la Mezquita de Indonesia (DMI). “Me sentí y me sigo sintiendo muy traumatizada”.

Aunque el padre de Hj. Helwana era un ulama (erudito religioso musulmán) que estaba en contra de la práctica nociva, su madre y su familia extendida por el lado materno insistieron en preservar la tradición. Sin embargo, “después de que se dieron cuenta del dolor que tuve que sufrir, ninguna de mis hermanas fue circuncidada”, explicó. 

Su experiencia salvó a sus hermanas, pero Hj. Helwana sigue luchando por las niñas en todo el mundo, alentando a su comunidad a poner fin a la mutilación genital femenina, a veces llamada circuncisión femenina, que se basa en creencias infundadas de que purifica a las niñas, controla sus apetitos sexuales e inhibe la promiscuidad, entre otras ideas erróneas. 

Difundir la palabra sobre los efectos nocivos 

En todo el mundo, unos 200 millones de niñas y mujeres vivas hoy en día han sufrido alguna forma de mutilación genital femenina. Sobre la base de las estimaciones del UNFPA, 4,1 millones de niñas y mujeres corren riesgo de sufrir mutilación genital femenina en 2021, cifra que asciende a 4,6 millones en 2030. Según la Encuesta Nacional de Salud de 2013 (las cifras más recientes de que se dispone), una de cada dos niñas de 11 años o menos en Indonesia fue sometida a la práctica nociva. 

En 2014, el Ministerio de Salud emitió un reglamento que declaraba que la mutilación genital femenina no tenía base médica ni beneficios para la salud, violaba los derechos reproductivos de las mujeres y constituía violencia contra las mujeres y las niñas, si bien no llegó a prohibir la práctica directamente. La iniciativa conjunta del UNFPA con el UNICEF, denominada Proyecto de mejoramiento de la salud y los derechos sexuales y reproductivos para todas y todos en Indonesia (BERANI), financiado por el Ministerio de Asuntos Mundiales del Canadá, ha apoyado al Ministerio en la difusión de información, materiales educativos y de comunicación para la sensibilización, así como en la elaboración de estrategias de promoción dirigidas a los dirigentes religiosos y los proveedores de servicios de salud, organizaciones juveniles y de la sociedad civil.


Maysaroh se encuentra entre los defensores que se pronuncian para poner fin a la mutilación genital femenina, un grupo que incluye a un número creciente de trabajadores de la salud y líderes religiosos. Foto cortesía de Suci Maysaroh

Como recién graduada que trabajaba en una clínica privada, la partera Suci Maysaroh fue instruida para que ofreciera servicios de mutilación genital femenina como parte de un paquete postnatal junto con la perforación del oído para IDR 100.000 (rupias indonesias) (cerca de USD 7). “Muchos creyeron que era una tradición cultural que se debía preservar. Así que fingí realizarla colocando un trozo de tela en los genitales del recién nacido y presionándolo suavemente con la mano”, recordó. “Me sentía culpable al mentir, pero si me negaba, los padres probablemente irían a ver a otras parteras o, peor aún, a un paradji, que puede usar cualquier herramienta: navaja de afeitar, tijeras, aguja. Los métodos pueden variar desde perforar, pinchar y cortar hasta frotarse con cúrcuma [un gesto simbólico que no causa daño permanente].” 

Desde que se enteró de los peligros de la práctica en un taller apoyado por el UNFPA, se ha convertido en firme opositora de la misma. 

Una tradición religiosa duradera 

Arif Fahruddin es un ulama del Consejo Indonesio de Ulamas (MUI), un organismo dedicado a tratar asuntos islámicos, y un defensor de la lucha por poner fin a la mutilación genital femenina. Explicó que la práctica se describe como makrumah (un acto honorable), no como una sunnah (una práctica habitual) sino como mubah (una práctica neutra o apenas permitida). “Sin embargo, si la práctica está trayendo sufrimiento o es muda’rat (no beneficiosa o que causa daño), es haram (prohibida) en el islam”, explicó. 

El MUI, agregó Fahruddin, emitió una fatwa (edicto religioso) que impide que se prohíba la mutilación genital femenina. “El MUI opina que los tipos dañinos de mutilación genital femenina son haram, mientras que los tipos simbólicos, como el frotamiento con cúrcuma, cuando se hace como parte de la siiar [enseñanza islámica] no deben prohibirse”, aclaró.  

Actitudes y prácticas cambiantes  

La tendencia está cambiando entre las generaciones más jóvenes debido a las campañas contra la mutilación genital femenina, la educación superior y una mayor conciencia en torno a la salud. En años recientes, los padres de las comunidades cercanas a las escuelas de partería en los internados islámicos no han pedido a las estudiantes de partería que lleven a cabo la práctica en los últimos años. “Conozco algunos ulamas cuyas hijas no están circuncidadas”, señaló Kyai Ali Muhsin, un ulama en una escuela de internado. Dice que un seminario organizado por el UNFPA en colaboración con el Ministerio de Empoderamiento de la Mujer y Protección de la Infancia, en el que participaron médicos y activistas de derechos humanos y de género, les ha ayudado a él y a otros ulamas a cambiar de opinión. “Deberían organizarse seminarios similares a nivel comunitario en toda Indonesia”. Las comunidades de internados también han aumentado la conciencia a través de la oración y las reuniones comunitarias. 

“El cambio de mentalidad y comportamiento toma tiempo. Debemos educar a los jóvenes como futuros padres para que rechacen las prácticas nocivas. De manera ideal, los líderes religiosos y los trabajadores de la salud pueden colaborar con miras a concientizar a la comunidad”, plantea el Sr. Fahruddin, que también participó en el seminario del UNFPA.

“Convenzo a los padres de que abandonen la mutilación genital femenina explicándoles que la criatura sentiría dolor”, manifestó la Sra. Maysaroh. “Cambiarían de opinión porque no querrían lastimar a sus bebés”.  

Utilizamos cookies y otros identificadores para mejorar su experiencia en línea. Al utilizar nuestro sitio web usted acepta esta práctica, consulte nuestra política de cookies.

X