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En Mozambique, el paso de una sobreviviente de fístula obstétrica de pensar "yo no era nada" a percibir que es "capaz de todo"
- 21 de mayo de 2021
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MOCUBA, PROVINCIA DE ZAMBEZIA, Mozambique – Beatriz Sebastião sufrió en silencio. No tenía amigos en el vecindario ni en la escuela. Cuando iba a la iglesia, se sentaba sola. Cuando iba al río, otras mujeres se burlaban de ella antes de irse a bañar a otro lugar.
Había quedado embarazada a los 15 años y como vivía lejos del hospital, planificó dar a luz en casa. Después de tres días de labor de parto, sus padres tuvieron que recaudar dinero para alquilar una motocicleta para llevarla al hospital, donde dio a luz a un bebé muerto. A partir de eso desarrolló una fístula obstétrica, y cuando quedó embarazada nueva vez, esa criatura también estaba muerta, pero la fístula hizo que le goteara la orina, y el olor resultante la aisló de casi todas las personas durante los siguientes seis años.
La fístula obstétrica es un agujero entre el canal del nacimiento y la vejiga o el recto, que puede causar incontinencia y conducir al ostracismo y a problemas psicológicos concomitantes, como la depresión. La afección, tratable y en gran medida evitable, es el resultado de una labor de parto prolongada y obstruida sin acceso a atención especializada, que a menudo da lugar a mortinatalidad. Las niñas cuyos cuerpos son demasiado jóvenes para dar a luz son especialmente vulnerables.
Se estima que cada año se notifican 2.500 casos de fístula en Mozambique, de los 50.000 a 100.000 casos que se notifican en todo el mundo. Desde 2018, en asociación con el Gobierno de Mozambique, el UNFPA ha apoyado la reparación de más de 2.300 fístulas, ha contratado a 28 cirujanos de fístula, ha ampliado un sistema de vigilancia de casos en tiempo real a 25 centros de salud y ha educado a miles de personas sobre las causas y consecuencias de la afección.
La Sra. Sebastião, que ahora tiene 28 años, una vez cantaba el evangelio y seis años después de desarrollar la fístula, recibió una fatídica invitación a actuar en una reunión de jóvenes. Alentada por un tío, acudió, “pero, como siempre, fui discriminada. Me humillaron. La gente hablaba. Debido a la apariencia, permanecí encogida”. Se quedó sola en una tienda porque nadie compartiría espacio con ella.
Luego la coordinadora de jóvenes, que también trabajaba en un hospital, la buscó cuando abandonó la práctica aduciendo enfermedad. Finalmente, admitió que tenía “una enfermedad que me hace orinar involuntariamente”, y es cuando se enteró de que podía curarse mediante cirugía.
La Sra. Sebastião fue una de las raras sobrevivientes de fístula cuya familia y marido no la abandonaron. Con su apoyo, logró la operación y, por primera vez en años, despertó sin haber mojado la cama. “No sé cómo expresar lo que sentía en mi corazón”, recordó. “Fueron emociones que no sé describir”.
Ya no era la persona que las demás personas evitaban. Podría usar faldas otra vez, en lugar de cubrirse con múltiples capas de tela. Abrió un pequeño negocio de comestibles, algo impensable antes, y se hizo activista, manteniendo conversaciones con mujeres en varias comunidades para analizar la fístula. Aprendió “a amar a la Beatriz del pasado otra vez”, aseguró. “Cuando tenía la enfermedad, no era nada. Ahora, soy capaz de todo, de luchar por mi bienestar y de elevar mi autoestima”.
Albertina Luis es periodista y activista radial en el distrito de Mocuba. Cuando su activismo se centraba en la violencia doméstica, se reunía con mujeres escondidas en casa o tras las plantas de yuca, no precisamente de maridos abusivos, sino porque tenían fístulas obstétricas. La Sra. Luis recibió capacitación en salud sexual reproductiva y aprendió más.
Hoy en día, mediante transmisiones regulares, reduce la vergüenza y el estigma que rodean la fístula obstétrica e informa a las mujeres cómo prevenirla, incluido evitar el matrimonio forzado, prematuro y el embarazo no deseado, y dónde buscar tratamiento médico. “Dignidad significa ser valorada”, afirmó la Sra. Luis, de 50 años. “La mayor riqueza es la salud. Además de ser un derecho, es poder. Estoy liberando a las mujeres que han perdido su dignidad durante mucho tiempo”.
El Dr. Armando Rafael, cirujano de fístulas del Hospital Rural de Mocuba, quien operó a la Sra. Sebastião, encuentra su trabajo gratificante, conociendo el sufrimiento y la marginación de las pacientes. “La contagiosa alegría de una mujer a la que se le ha reparado la fístula es incomparable”, manifestó.
Durante el largo exilio de la señora Sebastião, las mujeres en el río la atormentaban con el cruel apodo de “estanque de Bethesda”, en referencia al bíblico estanque de Bethesda, que nunca se secaba. Para ella el nombre adquiere ahora un significado distinto: en la tradición bíblica, el estanque era un lugar donde ocurrían milagros y la gente se sanaba.