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El conflicto aumenta la violencia sexual en el norte de Etiopía
- 02 Agosto 2022
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MEKELLE, Tigray – “Tratamos de huir en la parte trasera de un camión, pero nos alcanzaron. Me llevaron al monte, me violaron y me dejaron abandonada”. Mahlet* tenía apenas 17 años cuando huyó de su casa en noviembre de 2021 para escapar del conflicto que asolaba la región de Tigray en el norte de Etiopía.
No recuperó la conciencia hasta el día siguiente. Sola, aterrorizada y con dolor, se lamentó de que no hubiera “nadie cerca para ayudarme”.
Los conflictos y la inseguridad en Etiopía han diezmado el sistema de salud, y la mayoría de los hospitales y centros médicos han sido saqueados o destruidos en los combates. Debido a que carecía de acceso a atención de salud sexual y reproductiva (y, de hecho, a cualquier tipo de atención médica), cuando decidió hablar con el UNFPA, Mahlet estaba embarazada de siete meses de su violador.
“Lo mantuve en secreto porque si uno de los líderes de la comunidad lo hubiera descubierto, se habrían sorprendido y me habrían discriminado”, explicó.
El delito de violencia sexual es escasamente denunciado a escala mundial, pero en los conflictos los obstáculos para buscar y recibir ayuda pueden ser insuperables. Pocas sobrevivientes hablan alguna vez de su dura experiencia, por temor a ser estigmatizadas por sus familias y comunidades, y por la consternación que provoca la idea de que, de todos modos, es probable que la justicia las eluda. Enfrentadas a una cultura de silencio, no se atreven a pedir la ayuda humanitaria para la que se les debería dar prioridad, ya que muchas temen ser descubiertas si intentan buscar ayuda.
Una crisis oculta a simple vista
Mahlet se dirigió sola al campamento de desplazados internos de Sabacre 4, en Mekelle, tras haber perdido a su familia en el caos de los enfrentamientos. Desnutrida, agotada y sumida en profunda ansiedad por el futuro que ahora le espera, dijo que se sentía aliviada al poder contar su historia a una consejera en un espacio de acogida para mujeres y niñas apoyado por el UNFPA.
Los espacios de acogida son centros donde las sobrevivientes obtienen acceso a apoyo psicosocial, kits de higiene femenina con artículos sanitarios y de salud, y remisiones a refugios seguros. Los centros ofrecen alimentos, atención médica, asesoramiento jurídico, apoyo psicosocial y capacitación en aptitudes para la vida, así como un espacio para que las sobrevivientes sanen y comiencen el largo proceso de reconstrucción de sus vidas.
Mahlet es sólo una de un número desconocido de niñas que desesperadamente tratan de navegar una situación ajena a su voluntad, obligadas a poner en peligro sus vidas para mantenerse con vida. “Este aislamiento es común entre las sobrevivientes de violencia sexual”, adelantó Senait Geber, quien maneja casos de violencia de género en uno de los espacios de acogida. “En el campamento se vuelven invisibles y recurren al sexo comercial y a otras actividades sólo para sobrevivir”.
Casi 4 millones de personas en Tigray y unos 10 millones en la región de Amhara necesitan servicios de salud vitales, incluido apoyo sexual y reproductivo: más del 80 % de los centros de salud que quedan en Tigray no tienen capacidad para ofrecer servicios de salud materna, mientras que en la región de Afar sólo funciona 1 de cada 5 establecimientos en la actualidad. La oficina de coordinación humanitaria de las Naciones Unidas informa que la protección contra la violencia de género es casi inexistente, y que las sobrevivientes de violación tienen poco o ningún acceso al manejo clínico de la violación u otros servicios básicos.
Proporcionando un refugio seguro para la recuperación y la curación
La violencia sexual puede conducir a una vida de angustia física y mental. Las mujeres que quedan embarazadas y dan a luz a menudo se enfrentan a la exclusión social, el abandono y la pobreza. “Muchas sobrevivientes dicen que preferirían morir en lugar de sufrir ese trauma”, afirmó una enfermera en un centro de atención integral apoyado por el UNFPA, otro tipo de centro que reúne diversas formas de atención médica, de salud reproductiva y de otra índole.
Alrededor del 70 % de las mujeres en entornos humanitarios informan haber sufrido violencia sexual, en comparación con alrededor del 30 % en todo el mundo. Como adolescente no acompañada y desplazada, Mahlet se encuentra entre las más vulnerables en medio de esta crisis peligrosa y devastadora.
En todo el norte de Etiopía, el UNFPA apoya 11 espacios de acogida, que han brindado asistencia a más de 15.000 mujeres y niñas en lo que va de año, así como 20 centros de atención integral. En las regiones de Tigray y Amhara, el UNFPA también colabora con tres refugios para que las supervivientes puedan recuperarse mediante asesoramiento y apoyo intensivos. Hasta la fecha se ha beneficiado a casi 25.000 personas en zonas afectadas por el conflicto en el norte de Etiopía mediante programas de asesoramiento psicosocial apoyados por el UNFPA.
Hay unos 130 niños que viven en el campamento Sabacre 4 sin familia: la mayoría son adolescentes como Mahlet. Como ha indicado la Sra. Senait, algunos están recurriendo al sexo transaccional a cambio de alimentos o de una escasa cantidad de dinero en efectivo. “¿Cómo puedo seguir con este embarazo si tengo que rogar sólo para obtener ropa y comida?” se preguntó Mahlet. “Ni siquiera puedo cubrir mis propias necesidades diarias”.
De los 26 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria urgente en Etiopía, casi las tres cuartas partes son mujeres y niñas. En el llamamiento de respuesta humanitaria del UNFPA para 2022 se piden casi 30 millones de dólares para responder a las necesidades urgentes de protección y salud de mujeres y niñas en ocho regiones de Etiopía afectadas por la crisis.
*Se ha cambiado el nombre por motivos de protección.