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Después del trauma del parto, las afganas emergen de la vida en las sombras

Noorjahan ríe mientras se recupera de la cirugía de fístula en el Hospital Malalai en Kabul, Afganistán. Ahora exclama, "Puedo vivir". © Andrea Bruce/ NOOR
  • 07 Junio 2016

KABUL, AFGANISTÁN – Por 49 años, una lesión traumática del parto dejó a Noorjahan viviendo en las sombras. Una labor de parto prolongada y obstruida, y la falta de atención de salud materna de emergencia, la dejaron con una fístula obstétrica: un agujero en el canal del parto que deja escapar orina o heces.

Como otras mujeres con esta afección, Noorjahan fue aislada por su comunidad. Durante décadas, vivió oculta en una habitación individual, donde cosía para ganarse la vida. Tres veces al día limpiaba su colchón y buscaba bolsas de plástico para ponérselas como pañales.

La Dr. Karima se reúne con pacientes en la sala de fístula del Hospital Malalai. Según informó, en promedio, la sala tiene cuatro pacientes a la semana. El hospital cuenta con algo poco frecuente: un personal totalmente femenino de médicas y parteras. © Andrea Bruce/ NOOR

Un día escuchó el rumor de que la fístula tenía tratamiento. Viajó desde su lejana aldea hasta Kabul, la capital. Allí, Noorjahan deambuló por las calles durante cuatro días antes de encontrar el Hospital de Maternidad Malalai, uno de los pocos lugares en Afganistán donde las mujeres pueden recibir atención obstétrica de emergencia y cirugía de fístula gratuitas.

Las más marginadas y vulnerables

Noorjahan fue una de siete mujeres que se recuperaron en la sala de fístula del hospital, que recibe apoyo del UNFPA y del Ministerio de Salud Pública.

Durante su estancia, ella y las demás sobrevivientes recibieron visitas de antiguas pacientes que regresaban para controles. Al igual que los veteranos de guerra, compartían una comprensión silenciosa del trauma que habían sufrido: años de exclusión de la sociedad, abandono por parte de maridos y familiares, problemas médicos crónicos y una creciente pobreza.

Las sobrevivientes de fístula se cuentan entre las mujeres más marginadas del mundo. Tienden a vivir en la pobreza extrema, en áreas remotas sin la atención básica de emergencia necesaria para tratar una situación de un canal obstruido. Las niñas empobrecidas son aún más vulnerables: el riesgo de fístula aumenta para las niñas casadas, que a menudo quedan embarazadas antes de que sus cuerpos estén listos.

Guldesda, de la lejana región de Pul-e Khumri, es una de esas veteranas de la fístula. Se casó a los 12 años y tuvo un hijo a los 13. Después tuvo dos hijas, luego varios abortos espontáneos, y un trabajo de parto que terminó con una fístula obstétrica. Vivió con la lesión durante años hasta su cirugía en el Hospital Malalai.

Hoy en día se ha dedicado a educar a otras sobre la afección, comenzando por su propia familia.

“La gente me ha dicho que no lleve a mi hija o nuera a un hospital cuando estén a punto de dar a luz, pero no escucho esos consejos. He visto tantos problemas y dificultades de fístula”, dijo.

“Mi hija es demasiado joven para casarse ahora, pero veré lo que nos trae el futuro. Mi hija mayor está casada con un hombre en Jabulsaraj y no hay muchos hospitales en las cercanías. Ahora está aquí, y la llevaré al Hospital Malalai cuando esté a punto de dar a luz.

Se necesitan trabajadoras sanitarias

Las parteras, las enfermeras y las médicas son esenciales para tratar y prevenir la fístula y otras afecciones de salud reproductiva, pero no hay suficientes. Según el informe sobre el Estado de las Parteras en el Mundo 2014, casi el 80 % de la necesidad de profesionales de la salud materna en Afganistán sigue siendo insatisfecha. Para complicar aún más las cosas, las prohibiciones culturales impiden que muchas mujeres reciban atención de trabajadores sanitarios masculinos.

“No se permitiría a las mujeres venir al hospital si sólo hubiera hombres médicos”, señaló la Dra. Nazifa Hamrah, de 51 años, cirujana de fístula del Hospital Malalai. Su hospital es una rareza, ya que cuenta con cirujanas. “Todas mis colegas son mujeres”, aclaró.

El UNFPA apoya la capacitación de médicas y parteras en todo Afganistán, y en particular en las zonas rurales, donde las mujeres enfrentan los obstáculos más pronunciados para acceder a la atención de la salud reproductiva. Las parteras no sólo proporcionan atención esencial, sino que también educan a las comunidades sobre las necesidades de salud de las mujeres y los perjuicios del matrimonio infantil.

A Noorjahan, el acceso a la atención sanitaria le ha cambiado la vida. Días después de su cirugía de fístula, sonreía mientras explicaba lo que significa para ella.

“Mis nietos jugarán conmigo”, dijo con regocijo. “Estoy limpia. Puedo practicar mi fe. Puedo vivir”.

 

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