El segundo Día Internacional de los Afrodescendientes honra sus contribuciones, celebra la riqueza de sus diversas culturas, promueve el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales y refuerza el compromiso de poner fin al racismo y a todas las formas de discriminación racial.
El día se celebró por primera vez en 2021, a mitad del Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024), que insta a los Estados y a otros miembros de la comunidad internacional a tomar medidas concretas para promover el reconocimiento, la justicia y el desarrollo.
Más de 200 millones de personas sólo en América se identifican como afrodescendientes, al igual que millones de personas que viven en otras regiones.
Los afrodescendientes hacen una contribución inestimable a las sociedades, economías y culturas de todo el mundo, liderando movimientos por la justicia, la inclusión y los derechos humanos, e impulsando la innovación y la creatividad.
Estas contribuciones se realizan a pesar de la pobreza y la marginación que son los legados de la esclavitud y el colonialismo. En todo el mundo, el racismo sistémico sigue alimentando la violencia y excluyendo a los afrodescendientes de los servicios, la tierra, la vivienda, la atención sanitaria, la educación, el trabajo, la participación política y la justicia.
Las mujeres y niñas afrodescendientes soportan una doble carga, ya que la intersección del racismo y el sexismo agrava la desigualdad, la exclusión y la injusticia. Esta carga se traduce en un aumento de las tasas de mortalidad y morbilidad materna, una mayor vulnerabilidad a la violencia y la explotación de género y una pobreza desproporcionada.
Luisa Nelson Banton conoce bien esta doble carga, ya que ha experimentado el racismo y la discriminación de género en sus 61 años como mujer negra en Costa Rica.
Pero también sabe que no es inmutable: como pionera en su campo, tiene experiencia de primera mano en el cambio de paradigmas. Sus logros frente a la discriminación y la falta de respeto no han hecho sino reforzar su orgullo, como persona y mujer negra, y su compromiso con la igualdad. "Enseño a mis hijos que todos somos iguales", dice.
En todo el mundo, los afrodescendientes están alzando la voz y emprendiendo acciones colectivas para acabar con el racismo y las injusticias que perpetúa.
El racismo nos disminuye a todos. Es uno de los mayores obstáculos para el desarrollo sostenible, porque para afrontar los retos de la pobreza, los conflictos y el cambio climático, debemos trabajar juntos y no dejar a nadie atrás.
Acabar con el racismo también requerirá que cada uno de nosotros trabaje colectivamente para cambiar las normas, prácticas y políticas sociales discriminatorias, acabar con la inacción y la impunidad, ampliar la participación, transformar las instituciones e invertir en las comunidades.