Las mujeres y las niñas no suelen iniciar guerras, ni tienen el poder de ponerles fin. Sin embargo, sufren de forma desproporcionada durante los conflictos, especialmente a causa de la violencia sexual.
En zonas de conflicto de todo el mundo, la violencia sexual ha alcanzado niveles sin precedentes, convirtiéndose en una horrible realidad cotidiana para mujeres y niñas. Las violaciones y los abusos sexuales se utilizan como armas de guerra para aterrorizar y sembrar el miedo en las comunidades vulnerables. Las mujeres y niñas desplazadas internas, refugiadas y migrantes corren especial peligro.
Sin embargo, las voces de las mujeres y las niñas permanecen silenciadas o alejadas de los procesos de toma de decisiones sobre la paz, la seguridad y la respuesta humanitaria, lo que las aísla de las soluciones. Asimismo, los servicios contra la violencia de género que atienden las necesidades, los derechos y los deseos de las supervivientes siguen siendo insuficientes en los países en conflicto.
Teniendo todo esto en cuenta, el tema del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos de este año es: «Ataques contra la asistencia sanitaria en zonas afectadas por conflictos: Repercusiones para las supervivientes de la violencia sexual relacionada con los conflictos».
Los cuerpos de las mujeres no son campos de batalla. Podemos y debemos hacer más para impedir que mujeres y niñas sean sometidas a lo peor de la guerra. En la situación actual, la comunidad internacional no ha hecho frente a la lacra de la violencia sexual con una inversión adecuada. La financiación de programas de protección y servicios de apoyo en los países afectados por conflictos es fundamental para garantizar que los planes de respuesta humanitaria se centren en las necesidades y los derechos de las mujeres y las niñas. Las supervivientes, así como las mujeres y las niñas en general, deben participar como líderes en los programas de respuesta humanitaria, ya que son las más indicadas para encontrar soluciones a los problemas a los que se enfrentan.
La violencia sexual en los conflictos es un crimen de guerra aunque, con demasiada frecuencia, sus perpetradores actúan con impunidad. Una de las realidades más duraderas de la violencia sexual relacionada con los conflictos es que pocos casos se denuncian, y mucho menos se investigan o encausan judicialmente.
El estigma, el miedo, los ataques a los centros sanitarios y el colapso de los sistemas de apoyo en las zonas de conflicto impiden que las mujeres y las niñas accedan a ayuda humanitaria, atención médica y asesoramiento, dejando que esas personas se enfrenten solas a las secuelas de la violencia. Con los sistemas jurídicos y los servicios de protección para las supervivientes sometidos a una gran presión en medio de los conflictos, si es que siguen existiendo, rara vez se les pide rendir cuentas a los perpetradores, lo que socava las perspectivas generales de paz, seguridad y justicia.
En todo el mundo, el UNFPA da prioridad a la protección de las mujeres y las niñas y aboga por que ése sea el eje central de la respuesta humanitaria. En 2023, por ejemplo, mujeres y niñas buscaron refugio emocional y físico en 1.800 espacios seguros apoyados por el UNFPA.
«La violencia sexual destruye vidas y viola los derechos humanos. No debe asumirse como algo que es normal y no se puede frenar», ha señalado la Directora Ejecutiva del UNFPA, la Dra. Natalia Kanem. «Debemos trabajar juntos para terminar con este horror y no permitir que se repita indefinidamente».