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«La nueva generación es diferente»: En Yibuti, supervivientes y aliados buscan acabar con la mutilación genital femenina

Mujeres y niñas de la aldea de Otoy, en la región de Tadjourah, en Yibuti, donde un movimiento comunitario ha conseguido que se abandone la mutilación genital femenina.  	Programa Conjunto UNFPA-UNICEF para la Eliminación de la Mutilación Genital Femenina/AGENCE NEUVIEME
Mujeres y niñas de la aldea de Otoy, en la región de Tadjourah, en Yibuti, donde un movimiento comunitario ha conseguido que se abandone la mutilación genital femenina. Programa Conjunto UNFPA-UNICEF para la Eliminación de la Mutilación Genital Femenina/AGENCE NEUVIEME
  • 04 Febrero 2025

REGIONES DE YIBUTI/TADJOURAH, Yibuti – «Todavía veo el cuchillo y a la mujer que me sujetaba», afirmó Hawa'a Mohamed Kamil. Ahora tiene 30 años pero fue sometida a la mutilación genital femenina cuando sólo tenía seis; una experiencia que le dejó secuelas no sólo físicas, sino también psicológicas.

«Tengo miedo de los hombres, de todos, de todo», declaró al UNFPA, el organismo de las Naciones Unidas encargado de la salud sexual y reproductiva. La mutilación genital femenina está reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos y consiste en alterar o lesionar los genitales femeninos por razones no médicas. Más de 230 millones de niñas y mujeres de todo el mundo son supervivientes de esta práctica y se calcula que 27 millones más corren el riesgo de ser sometidas a ella en los próximos cinco años.

Hawa'a Mohamed Kamil, superviviente de la mutilación genital femenina en Yibuti, viaja por todo el país con programas apoyados por el UNFPA para sensibilizar sobre los daños físicos y psicológicos de esta práctica para millones de niñas y mujeres. ©UNFPA / Fahmia Al Fotih
Hawa'a Mohamed Kamil, superviviente de la mutilación genital femenina en Yibuti, viaja por todo el país con programas apoyados por el UNFPA para sensibilizar sobre los daños físicos y psicológicos de esta práctica para millones de niñas y mujeres. ©UNFPA / Fahmia Al Fotih

Hawa'a decidió canalizar su miedo y su rabia para convertirse en defensora de la red «Elle&Elles», apoyada por el UNFPA, que aboga por la salud y los derechos sexuales y reproductivos en Yibuti. Juntas viajan de la ciudad de Yibuti a aldeas remotas para sensibilizar a la población, incluidos los hombres, que pueden desempeñar un papel crucial en el cambio de actitud de la sociedad.

Hawa'a incluso convenció a los miembros de su propia familia para que adoptaran su mensaje sencillo pero revolucionario para una zona tan tradicional: abandonar la mutilación genital femenina.

«Perdimos a muchas mujeres que murieron desangradas antes de poder llegar a un centro sanitario»

Rompiendo el ciclo

En la región de Tadjourah, en el centro-norte del país, Khadija, de 39 años, atraviesa kilómetros de terreno implacable para animar a las familias a que no sometan a sus hijas a esta práctica. Después de que el Programa Conjunto UNFPA-UNICEF para la Eliminación de la Mutilación Genital Femenina visitara Otoy, su aldea, con una sesión de sensibilización, decidió unirse a la causa. «Hace veinticinco años dejé que mi hija sufriera la mutilación genital femenina», explicó al UNFPA. «Pero me he comprometido a proteger a mi nieta».

Khadija colabora con el Programa Conjunto UNFPA-UNICEF para la Eliminación de la Mutilación Genital Femenina, abogando por que se abandone esta práctica en todo Yibuti. ©UNFPA / Fahmia Al Fotih
Khadija colabora con el Programa Conjunto UNFPA-UNICEF para la Eliminación de la Mutilación Genital Femenina, abogando por que se abandone esta práctica en todo Yibuti. ©UNFPA / Fahmia Al Fotih

Como superviviente, Khadija había visto el dolor que sigue a la mutilación genital femenina, así como las infecciones, complicaciones durante el parto e incluso muertes trágicas. «Perdimos a muchas mujeres que murieron desangradas antes de poder llegar a un centro sanitario», comentó. 

Khadija comenzó a divulgar su mensaje de cambio en conversaciones primero con mujeres, luego con hombres e incluso con líderes religiosos. Pero sus caminos no fueron nada fáciles ya que ambas mujeres describieron cómo sus comunidades las condenaban al ostracismo y las castigaban por difundir «información falsa». «La gente sospechaba de mis motivos», recordó Khadija. «No podían creer que lo hiciera gratis, de corazón».

Sin embargo, su compromiso sigue inquebrantable. «Estoy orgullosa del cambio que vemos hoy», afirmó Hawa'a. Para Khadija, la transformación ha sido notable: recientemente, su aldea hizo una declaración pública para abandonar la práctica para siempre. «El cambio lleva tiempo, pero acaba llegando», declaró.

 «Pero la nueva generación es diferente. Las madres están educadas, informadas»

Una lección de resistencia

En una escuela cercana, el aula bulle con voces jóvenes que recitan frases en francés al unísono. Pero más allá de las lecciones de gramática y vocabulario, Ibrahim, de 31 años, enseña algo más profundo: el valor de los derechos y el bienestar de las niñas. 

«Hice la promesa de que si me casaba y tenía hijas, no las sometería a eso ni las haría sufrir». Ibrahim incorpora en sus clases sesiones de sensibilización sobre los daños de la mutilación genital femenina, guiando con delicadeza a sus jóvenes alumnas hacia un futuro en el que las niñas estén empoderadas y en el que se proteja su salud.

En una escuela de la región de Tadjourah, el profesor Ibrahim difunde entre sus jóvenes alumnas el mensaje de lo fundamental que es proteger la salud y el bienestar de las niñas abandonando la mutilación genital femenina. ©UNFPA / Fahmia Al Fotih
En una escuela de la región de Tadjourah, el profesor Ibrahim difunde entre sus jóvenes alumnas el mensaje de lo fundamental que es proteger la salud y el bienestar de las niñas abandonando la mutilación genital femenina. ©UNFPA / Fahmia Al Fotih

Pero cuando nació su primera hija, Ibrahim tuvo que elegir entre mantener su promesa o enfrentarse a la oposición de su familia, incluidas su esposa y su abuela. Eligió mantener su promesa.

«Lo más importante es la salud», explicó. «Insto a todas las familias a que cuiden la salud de sus hijas y no las mutilen». Su postura contra esta práctica se ha extendido por toda su comunidad, donde más de 100 personas se oponen ahora a la mutilación genital femenina.

Una mujer de fe al frente de la lucha

Hawi Mohammed, de 46 años, es madre de cinco hijos, activista comunitaria y respetada líder religiosa. También es miembro destacado de la red «Shamikhat Djibouti», un grupo regional de líderes religiosos contra la mutilación genital femenina, y superviviente de esta práctica.

Hawi Mohammed, 46, is a mother of five, fervent community activist, respected local religious leader, and a survivor of one of the most severe forms of female genital mutilation. ©UNFPA / Fahmia Al Fotih
Hawi Mohammed, de 46 años, es madre de cinco hijos, ferviente activista comunitaria, respetada líder religiosa local y superviviente de una de las formas más graves de mutilación genital femenina. ©UNFPA / Fahmia Al Fotih

De niña fue sometida a lo que suele denominarse infibulación, en la que se extirpa una parte o la totalidad de los genitales externos de una niña y se sella la abertura. Se trata de un procedimiento doloroso y peligroso que puede provocar hemorragias graves, infecciones y, con demasiada frecuencia, la muerte. Hawi afirmó que sólo comprendió el alcance de la violación cuando llegó a la pubertad: el dolor, especialmente durante la menstruación, era insoportable. «No podía ir a la escuela. Necesitaba inyecciones de analgésicos sólo para funcionar».

Su furia alimentó su defensa en contra de esta práctica y ahora presenta un popular programa de radio y televisión en lengua afari, ofrece conferencias en mezquitas en las que cuestiona las interpretaciones tradicionales y subraya el verdadero espíritu del Islam y viaja a rincones remotos del país para sensibilizar a la población.

«La gente solía huir cuando hablábamos de la mutilación genital femenina», comentó Hawi. «Pero la nueva generación es diferente. Las madres están formadas, informadas. Son médicas, activistas y profesoras».

Las propias hijas y sobrinas de Hawi son la prueba viviente de su compromiso: a pesar de las presiones de familiares y miembros de la comunidad, se negó a someterlas a la mutilación genital femenina. «Ya he sufrido bastante, no dejaré que ninguna niña sufra como sufrí yo».

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