Cuando las fuerzas paramilitares entraron en la ciudad de Geneina, en Darfur Occidental, Sudán, en 2023, la gente huyó para salvar sus vidas, pero no Daralssalam, de 41 años. Tenía nueve meses de embarazo y el bebé ya venía. Ella entró en labor de parto al borde de un camino.
Los militantes “no vieron ninguna diferencia entre hombres, mujeres o niños”, dice Daralssalam, llorando mientras recuerda la violencia incomprensible que presenció. “Asesinaban o violaban a todos”.
Cuando dio a luz, los combatientes la rodearon. “Un militante me quitó a mi recién nacido cortando el cordón umbilical”, relata. Le separaron las piernas al bebé para revisar los genitales. “Dijeron que si era niño, lo matarían”. Afortunadamente era una niña, y se salvó.
La guerra, que comenzó cuando estalló el conflicto armado entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) en abril de 2023, continúa haciendo estragos, desplazando a más de 12 millones de personas. El UNFPA, la agencia de la @ONU_es para la salud sexual y reproductiva, se adentró en los extensos campamentos de desplazados en Sudán, así como en Chad y la República Centroafricana, para conocer las historias de la vida de las mujeres y las niñas en medio de la guerra.
Madre de cinco hijos, Daralssalam recuerda una mañana típica para su familia antes de que comenzaran los combates: “Desayunábamos juntos antes de ir a la escuela y al trabajo”. Para Daralssalam, esto significaba ir a enseñar en una universidad. Ahora la familia está separada: tres hijos quedan con ella en Chad, pero el resto de la familia está desaparecido. Daralssalam fue separada de su marido y sus otros hijos en medio del caos.
“En un día, todo cambió”.
El conflicto ha creado la mayor crisis de desplazamiento en el mundo. Las mujeres y las niñas están atrapadas en una pesadilla implacable de violencia, hambre y enfermedad.
Souat, de 39 años, fue testigo de crímenes atroces contra civiles en su ciudad natal de Geneina. “Sufríamos de fuertes disparos”, cuenta. “Más de 50 familias fueron asesinadas en un día. Recogimos sus cuerpos en sacos y los enterramos. Después de eso, las RSF colocaron francotiradores por toda la ciudad; ni siquiera podíamos salir a buscar comida ni agua. Muchas casas fueron incendiadas. Cuando huimos de Geneina, pensamos que iba a ser nuestro último día con vida. En nuestro viaje vimos mujeres con extremidades rotas y niños de solo cuatro o cinco años de edad con las piernas o manos cortadas”.
Alrededor de 8,8 millones de personas han sido desplazadas por la fuerza dentro de Sudán. Fátima es una de ellas. Ahora se encuentra en el campamento de Tawila, en Darfur del Norte, trabajaba en el Hospital El Fasher Sur.
“Entonces el hospital fue atacado, y colocaron francotiradores en el techo. Esto nos obligó a evacuar”, dice. “Algunos de nuestros colegas perdieron la vida en el ataque, uno de nuestro hospital y otro del Hospital de Maternidad El Fasher”.
En enero de 2025, un ataque con aeronaves no tripuladas contra la maternidad de El Fasher causó la muerte de 70 pacientes; las Naciones Unidas siguen profundamente preocupadas por los civiles de la zona.
Además de los millones de desplazados dentro de Sudán, unos 3,6 millones de personas han huido a los países vecinos.
Souat (arriba a la izquierda) se emociona cuando habla sobre lo difícil que es la vida para los refugiados en el campamento de Farchana, en Chad. “Las necesidades son muchas”, afirma. “Necesitamos de todo: una ambulancia, clínicas, suministros médicos, alimentos y agua. Si no comes, te mueres, ¿verdad? Necesitamos detener el matrimonio infantil y evitar que las mujeres sean atacadas en el campamento. Perdimos nuestros hogares, nuestras familias, todo. No tenemos nada. Necesitamos mucha más ayuda humanitaria”.
Las mujeres y las niñas constituyen aproximadamente la mitad de las personas desplazadas en la República Centroafricana.
La violencia sexual se ha convertido en el sello de depravación de la guerra en Sudán. Muchas mujeres y niñas han sido y siguen siendo víctima de violaciones, secuestros y matrimonios forzados. En el segundo semestre de 2024 se registró un aumento del 400 % en el número de personas que buscaban servicios de respuesta a la violencia de género en el Sudán.
El UNFPA está trabajando incansablemente para cubrir las necesidades de las mujeres y niñas que han sobrevivido a violaciones y otras pruebas horribles. En los espacios y clínicas seguros de Sudán y los países vecinos, los asociados del UNFPA prestan apoyo físico y emocional a las sobrevivientes, incluidos el tratamiento clínico de la violación, el asesoramiento y el apoyo psicosocial, incluso el apoyo entre pares.
Sin embargo, los funcionarios del UNFPA tienen dificultades para manejar la demanda de servicios. Se necesita mucha más asistencia humanitaria para hacer frente a una crisis de esta magnitud.
La lucha no termina cuando las mujeres y las niñas llegan a un campamento. “La vida en este campamento es peligrosa para las mujeres”, asegura Mariam, de 32 años, del campamento de Korsi. Al igual que muchas otras mujeres que buscan trabajo para ayudar a alimentar a sus familias, ella se ha enfrentado a una “elección”, dice: “Trabaja para alguien que solo te contratará si puede aprovecharse de ti; o deja que tus hijos pasen hambre”. Cuando el esposo de Mariam fue asesinado en Sudán, ella se convirtió en la única proveedora de sus siete hijos.
El apoyo del UNFPA está diseñado no solo para ayudar a las sobrevivientes de la violencia de género a acceder a apoyo y servicios, sino también para mitigar los riesgos y enseñar habilidades para ayudar a las mujeres a recuperar cierta independencia. Como ejemplo, en el campamento de Korsi, que está cerca de la ciudad de Birao, las actividades generadoras de ingresos, como el aprendizaje de técnicas de panadería y costura, permiten a las mujeres instalar puestos en la ciudad y hacerse independientes.
Nadine, de 25 años, es una partera apoyada por el UNFPA que trabaja en la clínica de salud de Birao, en la República Centroafricana. La clínica, cerca del campamento de Korsi, ofrece servicios gratuitos a los refugiados. El UNFPA financia los sueldos de una comadrona y una enfermera, que prestan servicios integrales de salud sexual y reproductiva y de violencia de género, y reciben capacitación para hacer frente a las complicaciones obstétricas.
En Sudán, las parteras están trabajando horas extras para traer al mundo a los bebés de manera segura. En el Hospital de Maternidad de Gedaref, en el este del país, el trabajo para la partera Makboula se ha triplicado. “Antes de la guerra, solíamos recibir de 10 a 12 partos por día. Ahora, estamos recibiendo a más de 35 mujeres diariamente”, dice, debido a la migración de personas de partes más peligrosas del país. “Me siento cansada, pero olvido mi agotamiento cuando veo nacer un nuevo bebé”.
Hasta que no haya paz en Sudán, no es seguro regresar a casa, y las madres desplazadas criarán a sus bebés en tiendas de campaña en lugares remotos. El UNFPA, sus asociados y los equipos de parteras especializadas y especialistas en violencia de género están decididos a seguir protegiendo y atendiendo a las mujeres y niñas que viven en un limbo.
Se necesita mucho más para evitar sufrimientos prevenibles y, sin embargo, en un momento en que necesitamos aumentar el ritmo, la respuesta humanitaria del UNFPA enfrenta la incertidumbre. Los recortes a los programas, debido a la suspensión o retirada de la financiación de los Estados Unidos, serían devastadores para las mujeres y niñas afectadas por este conflicto. El UNFPA sigue resuelto en sus esfuerzos por cubrir las necesidades de las mujeres desplazadas. Las consecuencias de perder el acceso a servicios vitales son impensables.
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